Pues sí. Lo mismo que mi compañera de letras María José Moreno, yo también empiezo el año el uno de
septiembre y si es lunes, el día que más me gusta desde que trabajo para
mí, mejor todavía.
Amanece un día y un mes lleno de esperanza; atrás quedaron la nostalgia y el desánimo, la sequía de ideas y la añoranza. Siempre he vivido al día y me gusta apurar el contenido de las horas como si fuesen las últimas que me quedan, no porque tenga miedo a la muerte, que seguramente también, como todo quisqui, pero sí consciente de que lo único irrecuperable de todo lo que perdemos, es el tiempo. El dinero, la alegria y la gloria, son efímeros. La salud, una ruleta que te toca o no y el amor... ¡Ay! El amor, que depende también del otro. Pero el tiempo es nuestra mayor riqueza, algo de los que somos dueños, menos de aquel que vendemos en pro de la supervivencia, pero eso ya se acabó en mi vida, la única ventaja de cumplir años.
Mis planes para este nuevo año comportan de nuevo un cambio de casa. Esta vez espero que me dure unos años, no veintidós, como la anterior, porque no me dará tiempo, pero sí los suficientes como para ver cumplidos mis sueños. Ahora os cuento los sueños.
La casa la busco con metro cercano para deshacerme del coche. Nunca creí que pensaría así, porque desde hace muchos años no concebía la vida sin él, pero todo cambia y Madrid me ha demostrado que no quiere chatarra en el centro. Jugaremos como él quiere porque me quedo.
Siguiente objetivo es recuperar la soledad, que la vida me ha enseñado es parte de la libertad. Hay que sopesar si compensa y, en ello estoy. ¿Qué voy a hacer con estas dos cosas? Escribir, leer, ir a eventos culturales y por encima de todo, no perder el tiempo en cosas domésticas, en ese rol que nunca me ha gustado de ama de casa. En ese sentido, puedo pasar con lo mínimo y comer varios días seguidos lo mismo, puedo ir a comprar una vez al mes y lo demás, con menos de una hora está solucionado, es la suerte de ser ordenada.
Pronto hará un año que no fumo, aunque todavía lo echo de menos. He aumentado dos tallas y otro proyecto es recuperar al menos una.
Ya os contaré cuando encuentre mi nueva concha de caracol. De momento voy como ermitaña saltando de roca en roca a la caza de una morada vacía que me guste.
Gracias por vuestro apoyo. Tengo mucha suerte en la vida.
Amanece un día y un mes lleno de esperanza; atrás quedaron la nostalgia y el desánimo, la sequía de ideas y la añoranza. Siempre he vivido al día y me gusta apurar el contenido de las horas como si fuesen las últimas que me quedan, no porque tenga miedo a la muerte, que seguramente también, como todo quisqui, pero sí consciente de que lo único irrecuperable de todo lo que perdemos, es el tiempo. El dinero, la alegria y la gloria, son efímeros. La salud, una ruleta que te toca o no y el amor... ¡Ay! El amor, que depende también del otro. Pero el tiempo es nuestra mayor riqueza, algo de los que somos dueños, menos de aquel que vendemos en pro de la supervivencia, pero eso ya se acabó en mi vida, la única ventaja de cumplir años.
Mis planes para este nuevo año comportan de nuevo un cambio de casa. Esta vez espero que me dure unos años, no veintidós, como la anterior, porque no me dará tiempo, pero sí los suficientes como para ver cumplidos mis sueños. Ahora os cuento los sueños.
La casa la busco con metro cercano para deshacerme del coche. Nunca creí que pensaría así, porque desde hace muchos años no concebía la vida sin él, pero todo cambia y Madrid me ha demostrado que no quiere chatarra en el centro. Jugaremos como él quiere porque me quedo.
Siguiente objetivo es recuperar la soledad, que la vida me ha enseñado es parte de la libertad. Hay que sopesar si compensa y, en ello estoy. ¿Qué voy a hacer con estas dos cosas? Escribir, leer, ir a eventos culturales y por encima de todo, no perder el tiempo en cosas domésticas, en ese rol que nunca me ha gustado de ama de casa. En ese sentido, puedo pasar con lo mínimo y comer varios días seguidos lo mismo, puedo ir a comprar una vez al mes y lo demás, con menos de una hora está solucionado, es la suerte de ser ordenada.
Pronto hará un año que no fumo, aunque todavía lo echo de menos. He aumentado dos tallas y otro proyecto es recuperar al menos una.
Ya os contaré cuando encuentre mi nueva concha de caracol. De momento voy como ermitaña saltando de roca en roca a la caza de una morada vacía que me guste.
Gracias por vuestro apoyo. Tengo mucha suerte en la vida.
Si has podido con el curso pasado, el próximo es pan comido, Tocaya.
ResponderEliminarUn abrazo.
Y que lo digas. Estoy con una fuerza que ni te imaginas.
EliminarEncontrarás esa nueva concha y le darás tu toque particular y será tu nuevo hogar. Lo que hace la ilusión y las ganas de vivir. Un beso muy fuerte.
ResponderEliminarGracias a compañeras como tú, nunca me he sentido sola en este nuevo viaje y he tomado prestada una poquita de fuerza de cada una y la vida no se ha acabado. Hoy voy a ver cinco casas gracias a mi cuñada, la mujer de Tomás, Rosa. Quién sabe si no es la casa de mi vida una de ellas.
EliminarUn beso también para ti, María José.
Me encanta leer que te quedas en "los mandriles", que has dejado atrás el desánimo y que empiezas el curso llena de energía y de esperanza.
ResponderEliminarPues ya ves, Almudena, Madrid lo ha conseguido y me siento aquí como si hiciera años que vivo. Gracias por tu comoañía, nos debemos un café con Marisa. A ver si me instalo por el centro.
EliminarTe deseo lo mejor por Madrid, aunque te echaré de menos por Barcelona.
ResponderEliminarAy, judith! Yo también os echo de menos, pero la vida hay que tomarla como viene, que decía una canción y ahora toca estar aquí. Poco a poco iré pasando algunos días también allí, pero ahora no es posible.
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