sábado, 12 de diciembre de 2015

Y llegaron los 70

Antes de cumplir los 60
Y no me refiero a esos gloriosos años llenos de ilusión porque íbamos a cambiar el mundo, que no cambió, por cierto, y si lo hizo, algo salió mal.
Me refiero a los míos. A mis 70. Estreno una nueva década y eso siempre da un poco de vértigo, sin embargo, me consuela pensar que no he perdido un solo minuto de estos años pasados. He vivido y vivo con intensidad cada momento como si fuera el último, pero no ahora que te das cuenta que tienes más tiempo por detrás que por delante. Siempre he sido así. Siempre he dicho que llevo la peineta en el alma.

Mi última etapa laboral. Mi despacho en el CSIC
Me imagino que le sucede a todo el mundo. Me refiero a esos propósitos que nacen al albor de fechas señaladas. Mi objetivo no es otro que hacerme amiga de la naturaleza. No sé cuándo y por qué nos peleamos, porque antes no me daba tanto miedo. Mis recuerdos se remontan a los años sesenta, cuando buceaba en el Mediterráneo buscando nácar, armada de tubo, aletas y gafas y el oxígeno que cabía en mis pulmones, que entonces era mucho. No sé cuándo se instaló el miedo a encontrarme peces -qué tontería, ¿qué va a haber en el mar?-. Hasta tal punto, que no me baño más allá de metro y medio adentro para poder salir corriendo si veo un pez más grande que mi dedo meñique. A las lagartijas, avispas y demás pobladores de lo natural, creo que les tengo miedo desde la adolescencia, y en esta nueva década he decidido enfrentarme a ello.

De otros planes no tengo opción, la vida los ha decidido por mí. No tendré más remedio que salir a caminar, por más que me parezca una tontería eso de dar pasos a ninguna parte. Porque ya me contaréis el sentido que tiene eso de salir de la cama y ponerte a andar mirando el reloj para dar media vuelta cuando haya transcurrido la media hora estipulada, o la hora, cuando sea capaz de resistirla. En fin, que mi sentido práctico se rebela a recorrer un camino sin objetivo. A lo mejor si mi espalda mejora, se lo veo. Os contaré.
A los 20 con mis niños

La meta que me tracé al cumplir los sesenta la he cumplido: escribir novelas. Claro que el destino ha puesto su granito de arena, vaya, más que granito, un pedrusco considerable, porque no entraba en mis planes un cambio de ciudad y de vida. Tampoco perder más de tres años sin escribir, sin centrarme en mi objetivo, pero la diosa Fortuna ha vuelto a sentarse a mi lado y, una vez recuperado mi ritmo, espero de esta década terminar la vida de Candela, que se cierra con su jubilación. Seguir adelante con la saga de Ramona, por más que yo me negase a que lo fuese, pero esos lectores -a los que debo todo-, así lo han pedido y no puedo negarme. Luego están otros proyectos que no son saga, algunos muy adelantados que espero vean la luz para el verano.

Lo demás se lo dejo a la vida, que siempre hay que dejar un trocito al destino porque hay cosas para las que no se puede hacer planes porque no dependen de mí. Me refiero a la salud, dinero y amor. La única ventaja es que he aprendido a vivir sin dos de ellas, que la salud, por suerte, no me falta, si exceptuamos mi maltrecha espalda. Será porque me lo cargo todo en ella y cada día puedo con menos peso.

Y para terminar, no voy a hacer una loa de eso de cumplir años. Ni pensarlo. Es un asco en algunos aspectos. Por ejemplo os diré que mi afición por el bricolaje se ha quedado por el camino, porque apenas puedo abrir una botella de agua, imaginaos apretar un tornillo; subirme a una escalera se ha convertido en una actividad de riesgo porque me da miedo caerme. Otra cosa que ya no puedo hacer es cambiar los muebles de sitio cuando me canso del entorno,  ¡cualquiera los mueve! La última vez que lo hice me costó varios días de calmantes y mantita eléctrica.
Con mi hermano Luis en la Plaza Mayor
No quiero dejar la impresión de que cumplir años es un lastre. Soy una joven de treinta años con una funda de setenta, porque mis ganas de hacer cosas, de aprender, de divertirme, de soñar, están intactas. Para ellas no ha pasado el tiempo, y si lo ha hecho, ha sido para sumar. Cada día me doy cuenta de lo mucho que me queda por aprender.
 
Hasta pronto. Ya os contaré la fiesta que celebraremos dentro de unas horas. Es un orgullo para mí que después de estar alejada tantos años de mi familia, todos hayan aceptado compartir conmigo el final de esta década, o el inicio de la siguiente, nunca se sabe. Solo me queda un recuerdo triste para una persona que no estará y que echaré mucho de menos. Mi querido hermano Luis. Por ti, Luis. Por todos esos años en los que estuviste a mi lado.

13 comentarios:

  1. A lo de andar le tienes que poner imaginación y no reloj. Tú sales a la calle y te pones a pensar en tus cosas, en lo que quieres escribir, por ejemplo, y cuando te quieras dar cuenta la media hora habrá volado. Es una manera de reencontrarnos con nosotros mismos y, de paso, de mejorar la espalda. Yo los paseos los doy por el pinar y cuando me descuido un poco no han sido de media hora, ni una...

    Por los bichos, piensa que son más pequeños que tú. Asquerosos, pero pequeños.

    Mil besos y sigue disfrutando de la vida como lo has hecho siempre.

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    1. Serán más pequeños, Mayte, pero no se les puede mirar a los ojos para ver lo que piensan y eso impone.

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  2. Emotivo y bonito. Me encanta leer a alguien que está contenta con lo vivido e ilusionada con el futuro.
    Felicidades!

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    1. Estar rodeada de cariño fortalece la ilusión por el futuro. Gracias por pasar por aquí.

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  3. Te quiero, Mercedes. Eres tan auténtica, tan de verdad.

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    1. ¡Mira quién lo dice! Por eso nos queremos, Antonia. Porque la pose la dejamos para los que se venden.

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  4. Muchísimas Felicidades Mercedes; para mi el cumplir años nunca ha sido un trauma y veo que para ti tampoco ¡ has vivido, has trabajado, has escrito, tienes buena salud y temores que no son mas que precauciones !, se feliz y escribe, si tu escribes gana la banca (o sea yo). Un abrazo.

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    1. Con la cantidad de gente querida que no llega, sería inmoral no estar feliz por cumplir un año más.
      Estoy apunto de terminar la carta entrega de Candela, pronto estará en tu poder.

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    2. Ese apunto, es a punto. Cosas de las prisas y la barra espaciadora que se rebela.

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  5. Querida Tocaya, eso de caminar te lo tienes que tomar de otro modo. Te contaré un secretillo, a mí me encanta caminar sola, no quiero a nadie, aprovecho para reflexionar, escuchar la música que me gusta o alguna entrevista pendiente, incluso ahora he descubierto los audiolibros. Caminar ensancha el espíritu, y si de paso te encuentras una lagartija o araña, salúdala victoriosa. Yo, como soy creyente, algo peculiar en este tema, pero creyente al fin y al cabo, cuando me preguntan que a dónde voy tan sola, respondo que no voy sola, camino con Dios (mi conciencia). ¿Qué mejor compañía para pasear?
    Sigue así de joven, que tu entusiasmo nos hace bien a los que te conocemos.
    Un abrazo.

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    1. ¡Ay, tocaya! Yo no soy creyente, lo sabes, pero sí creo que los amigos y personas como tú refuerzan mi creencia. Gracias, por tu tempo.

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  6. Ánimo Mercedes que estás en el primer día del resto de tu vida, disfrútalo a tope, sal a caminar por el campo o por la ciudad, da lo mismo, cada lugar tiene su encanto y depende del estado de ánimo.

    Un abrazo, Adela

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    1. Me ha chivado Google que has pasado por aquí. Sí, lo de caminar lo llevo fatal. Como no me ponga horario fijo, no sé cómo lo voy a hacer. ¡Qué manía! Seguro que si me lo prohibiese alguien me animaba.

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