Hoy es el día de la Mujer Trabajadora, cosa que me cabrea sobremanera porque si nos hacen un día, mal vamos. Además, no conozco ninguna mujer que no trabaje y sí muchas que no lo cobran. A lo que iba. Aprovecho para decir que hace justo nueve años que dejé de "trabajar". Se podía elegir y lo hice. El 8 de marzo me pareció el colofón perfecto para los 37 años de mi vida vendidos por un salario. Ahora a trabajar en serio, me dije. Y me puse a escribir.

Muy sencillo. Las emociones se pelearon entre sí. Mi vida emocional comenzó a desdibujarse entre crisis y discusiones estériles, de tal manera, que cuando me sentaba ante el ordenador, mi tiempo se diluía leyendo noticias, entrando en blogs ajenos, mirando la red y pululando por mis recuerdos. ¿Qué había hecho mal? ¿Por qué no era feliz? Sigo sin saber lo que ocurrió pero de repente, como siempre ha sido en mi vida, no pude más y puse tierra por medio. El día 9 de marzo, mañana hará un año, comenzó mi corto camino en solitario, como si fuese tan fácil borrar de un plumazo los veintidós años vividos en mi última casa y los más de cincuenta en Cataluña. ¿Quién pagó el pato? La creatividad. Mi mundo de fantasía se quedó seco, por más que al principio lo regaba de lágrimas. "El entorno, me falla el entorno", me decía. Manos a la obra me fabriqué otro.
Mi tiempo se esfumaba leyendo historias ajenas y sufriendo por la incapacidad de crear las mías; me obligaba a escribir y los resultados fueron montones de novelas empezadas, sin sentir mía a ninguna. La tristeza volvió con más fuerza, hasta que una mañana me planté ante ella y la desafié. Tomé la decisión de vivir para mí, de romper todos los lazos en los que se apoyaba para arrastrarme al pozo. Lloré cuanto tenía que haber llorado en su momento y que, ilusa de mí, pensé que no haría falta.
Cuando me atrevo a escribir estas líneas es porque hace un mes que por fin he recobrado el rumbo de mi vida. Escribo porque me gusta, pero si no vuelvo a escribir, tampoco se acaba el mundo, que la literatura puede vivir sin mí. Tengo muchas cosas en la vida que compensan el paso que he dado. Mis hermanos, mis orígenes castellanos, una ciudad que cada día me gusta más y las nuevas personas que poco a poco configuran mi nuevo universo. ¿Qué más puedo pedir?
Los que te hemos conocido y seguido en este último año, hemos leído o intuido que estabas pasando por malos momentos, tanto en lo profesional, como en lo personal.
ResponderEliminarQue ahora hayas encontrado tu lugar, que estés escribiendo con ilusión, que te encuentres a gusto en esta nueva ciudad y con la nueva gente que te rodea, es lo verdaderamente importante.
Qué más da que lo que escribas termine en novela o no, eso es lo de menos.
Un beso amiga.
Así es, Alomudena. Pero la terminaré, ya lo creo que sí. El cielo de Madrid da mucha fuerza y mi nueva vida es ilusionante.
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